Cuando era pibe soñaba con jugar al fútbol. En realidad, soñaba con patear toda su vida una pelota y que eso, acaso, lo llevara a recorrer el mundo. Jugó en las divisiones menores del club Argentinos de Chacabuco, “el mismo equipo de donde salió Daniel Passarella antes de irse a Sarmiento [de Junín]”, dice el protagonista de las próximas líneas.
“Pero él (por el káiser) tuvo más suerte que yo y llegó un poquito más lejos”, bromea apresurado. Todo fluía naturalmente en la vida de Lucas Báez, el hombre en cuestión, hasta que una “maldita pubalgia” lo sacó de las canchas. Para siempre.
“Lo que más me gustaba de jugar al fútbol era que estaba con mis amigos del pueblo. Hice las inferiores de Argentinos, jugué en la reserva y pude debutar en Primera, pero ese dolor intenso en la ingle me obligó a olvidarme del fútbol”, afirma con un dejo de resignación.
Lucas Báez y el pago que quedó atrás
Con apenas 18 años, Lucas abandonó la comodidad de su casa y, 270 km mediante, se mudó a Buenos Aires para empezar otro sueño: estudiar arquitectura.
Fueron seis años, intensos describe, que lo tuvieron inmerso entre maquetas, herramientas de medición, dibujos en el tablero, el programa AutoCAD y un sinfín de planos.
Así, un día tras otro, en los que no sólo sumó conocimiento y nuevas estrategias para su futuro profesional, sino varios kilos de más. Alejado de cualquier deporte, Lucas llegó a pesar más de 100 kilos.
“No me daba cuenta pero me dejé estar. Aumentar un poco es normal, pero más de 25 kilos no era muy normal”, cuenta. Y añade: “Tenía 24 años pero parecía una persona mucho más grande. Necesitaba hacer un cambio para mi vida”.
El click del cambio
En un lapso de 5 años, pasó de ser una persona que hacía deporte todos los días a una completamente sedentaria. Tan sedentaria que en el cumpleaños de 50 de su papá miró el piso, vio que tenía un zapato desatado y, lógico, quiso acomodarlo. “Cuando me agaché me agité tanto que me mareé. Me di cuenta que si no hacía un click la iba a pasar mal”.
Como cualquier persona con sobrepeso, Lucas no fue la excepción, pensó que para bajar los kilos de más alcanzaría con cuidarse un poco y hacer algo de deporte.
“Al principio fue complicado, porque salía a correr en una plaza de Palermo y me rendía muy fácilmente porque me sentía pesado. Entendí que debía buscar ayuda y me sumé al running team Correr Ayuda, con Marcelo Perotti. Ese grupo me llenó de motivación para bajar de peso y sentirme mejor. Fue una nueva familia que me ayudó a enamorarme de esta actividad”, explica el arquitecto de 29 años, que este domingo corrió el Medio Maratón de Buenos Aires a un ritmo que cualquier mortal desearía imitar: 1h11m25s.
“Estoy feliz y satisfecho. Arranqué a correr en noviembre de 2012 y el progreso que tuve fue muy grande. Es muy lindo haber iniciado la carrera en el segundo corral, con los llamados elite B. Eso motiva y empuja a más”, reconoce el miembro del Zoom Squad de Nike, con el que la marca estadounidense formó su equipo nacional integrado por atletas como Mariela Ortiz (terminó 3º entre las mujeres argentinas en los 21k de Buenos Aires), amateurs como el propio Lucas e influencers que fue presentado con el reciente lanzamiento de las nuevas zapatillas Pegasus 35 y Pegasus Turbo.
Aprendizaje a las corridas
–Cuando empezaste a correr aparecieron buenos resultados, ¿esperabas semejante progreso? ¿Cuándo te diste cuenta que tenías condiciones para correr?
–Cuando empecé a correr fue porque precisaba un cambio. Quería regresar a mi peso que era 75kilos. Volver a ese peso era volver a sentirme bien. Nunca lo vi desde el lado de una marca o un tiempo, sino que me empecé a entusiasmar más y más con la idea conocer nuevos lugares, viajar, relacionarme con otras personas.
En esos dos años y medio que tardé en volver a mi peso pasaron muchas carreras y hoy, casi seis años después, llevo perdidos 35 kilos. Peso 68, fue un proceso largo, un largo viaje de autoconocimiento.
Hace dos años que los resultados me están marcando que hice las cosas bien. Eso motiva, claro, pero no es lo único. Hoy no soy el mismo que empezó porque me puse más competitivo, pero nunca dejé de disfrutar. Lo más lindo de un buen resultado es todo el proceso porque aprendés mucho. De vos mismo y de los demás.
–Corriste mucho en el país y en el exterior, ¿cuáles son las diferencias y similitudes que notás?
–Tanto a nivel local como internacional, las diferencias se parten en dos: la gente como las organizaciones. Corrí el maratón de Berlín y el de Chicago, y un medio maratón en Brooklyn. Ahí se preocupan por el corredor. Eso te hacen sentir, desde el corredor más lento al más rápido. Acá no pasa lo mismo. Es más complicado, pero creo que es un tema cultural y social de nuestro país.
Acá te preocupás por todo hasta último momento. Por anotarte a una carrera no tenés derecho a todo, a hacer cualquier cosa y, por ejemplo, largar, con un ritmo de 6 ó 7 minutos el km, casi al lado de un elite. Afuera, eso es mal visto y se rechaza a ese corredor.
Tenemos el problema de movernos por lo propio como si fuera lo único importante y el de al lado suele hacer lo mismo. El respeto debe partir de uno mismo para que te respeten. Acá, las carreras son caras y no se condice con la calidad de las remeras y las medallas que te dan. Creo que es algo que está mejorando, pero no satisfacen al corredor. Afuera, uno disfruta de ser corredor. Acá es más dificultoso.
–Estamos en una era en la que da la sensación de que sino te adaptás a la tecnología, la tecnología te pasa por encima. ¿Qué rol ocupa en tu vida y en el deporte?
–Uno diría que no es importante, pero indirectamente es importante. Y no es una contradicción en sí misma. La tecnología avanza y uno se va adaptando.
El Medio Maratón de Buenos Aires lo corrí con las Pegasus Turbo, una de las zapatillas más tecnológicas del mercado y eso me ayudó a conseguir el resultado deseado.
Soy consciente que si uno aprovecha las posibilidades que otorga la tecnología y a eso le pone mucho trabajo y esfuerzo, el camino se hace más sencillo. Creo que uno debe acompañar eso y aprovecharlo te puede ayudar a ser un mejor corredor.
La tecnología no hace a un corredor bueno o malo, pero aceptar el cambio que hubo en los últimos años es síntoma de adaptación al entorno que nos rodea. Lo mismo con mi profesión de arquitecto, sumarse a esa ola nos mejora como profesionales.
Conocé a Lucas Báez, el Gauchito del Running (entrevista con atletas.info):
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